espressodopio
Wednesday, March 19, 2008
  Haruki Murakami
Hace más o menos dos años leí en el suplemento cultural de Cambio (uno de los escasos periódicos michoacanos que vale la pena y vaya que abundan los que se publican) una crónica muy favorable sobre las novelas de Haruki Murakami, escritor japonés nacido el mismo año que yo, y con quien ahí mismo me enteré que comparto algunas aficiones, como el jazz y el beisbol. Era tan elogiosa y contagiante la nota del periódico que esa misma semana me dí a la tarea de buscar alguna novela de Murakami en las también muy escasas y mal surtidas librerías morelianas. La primera que conseguí fue Sputnik mi amor. Más tarde, ya inoculado por la prosa de HM, conseguí Tokio blues. Norwegian Wood. Luego, en la FIL Guadalajara 2006, compré la Crónica del pájaro que da cuerda al mundo y la que en ese tiempo era la gran novedad de la feria: Kafka en la orilla. La única que no podía conseguir era: Al sur de la frontera, al oeste del sol. M y yo recorrimos toda la FIL preguntando inútilmente por ella. Afectado por algo parecido al drug craving o withdrawal symptom arrastré a M. a buscar (qué fea palabra) esa novela en muchas librerías de Guadalajara y luego de la ciudad de México, hasta que después de varias semanas la encontramos en El Péndulo de la Condesa (creo, aunque con los avances del alemán no estoy muy seguro). Esa búsqueda desesperada me hizo recordar aquéllas exploraciones por las librerías de Insurgentes Sur (la Zaplana, la de Cristal, la de la UNAM) en espera de conseguir un nuevo libro de Vargas Llosa, de Cortázar o de García Márquez en la cada vez más lejana segunda mitad de los sesenta.

Pero más allá de estos detalles anecdóticos, la verdad es que me convertí en fan de Murakami. Antes que a él había leído a Mishima y a Kawabata, autores japoneses mucho más tradicionales. Creo que lo que escribió Mishima cuando en 1968 le concedieron el Premio Nobel de Literatura a Yasunari Kawabata sintetiza bien quiénes son ellos dos: "Kawabata -dice Mishima- ha conservado en su propia obra las más frágiles y más elegantemente misteriosas tradiciones japonesas y, al mismo tiempo, se ha paseado por los peligrosos senderos de este país que se ha lanzado temerariamente a la modernización. Ese paseo del espíritu por la cuerda floja va siempre envuelto en el estilo hermoso y delicado de Kawabata; su desesperación ante los tiempos modernos se ha combinado siempre con la serenidad de la belleza clásica". El suicidio de ambos (el de Mishima en un ritual multitudinario y el de Kawabata inhalando gas en soledad) me da pie a pensar que se sintieron derrotados ante el avance de esa modernidad amenazadora que asolaba al Japón después de la Segunda Guerra Mundial. Murakami, por su parte, es fruto de esa modernidad: disfruta de la música occidental, la que incluso forma parte de sus obras no sólo como un soundtrack literario, sino en algunos casos, como en Kafka en la orilla o en Tokio blues, como protagonista. Sus personajes viajan por todo el mundo, se integran a la globalización, pero no por ello son menos japoneses y se siguen interrogando sobre el papel que jugó el militarismo de su país en la derrota de 1945 y sus consecuencias para las nuevas generaciones.

Aquí presento las sinopsis de Tusquets sobre las obras de Murakami. (Me falta Sauce ciego, mujer dormida, relatos aparecidos en este año).



Crónica del pájaro que da cuerda al mundo

Tooru Okada, un joven japonés que acaba de dejar voluntariamente su trabajo en un bufete de abogados, recibe un buen día la llamada anónima de una mujer. A partir de ese momento la vida de Tooru, que había transcurrido por los cauces de la más absoluta normalidad, empieza a sufrir una extraña transformación. A su alrededor van apareciendo personajes cada vez más extraños, y la realidad, o lo real, va degradándose hasta convertirse en algo fantasmagórico. La percepción del mundo se vuelve mágica, los sueños son realidad y, poco a poco, Tooru Okada deberá resolver los conflictos que, sin sospecharlo siquiera, ha arrastrado a lo largo de toda su vida. Crónica del pájaro que da cuerda al mundo pinta una galería de personajes tan sorprendentes como profundamente reales. El mundo cotidiano del Japón moderno se nos aparece de pronto como algo extrañamente familiar.

Sputnik mi amor


Perdidos en la inmensa metrópoli de Tokio, tres personas se buscan desesperadamente intentando romper el eterno viaje circular de la soledad; un viaje parecido al del satélite ruso Sputnik, donde la perra Laika giraba alrededor de la Tierra y dirigía su atónita mirada hacia el espacio infinito. El narrador, un joven profesor de primaria, está enamorado de Sumire, a quien conoció en la universidad. Pero Sumire tiene una única obsesión: ser novelista; además se considera la última rebelde, viste como un muchacho, fuma como un carretero y rechaza toda convención moral. Un buen día, Sumire conoce a Myû en una boda, una mujer casada de mediana edad tan hermosa como enigmática, y se enamora apasionadamente de ella. Myû contrata a Sumire como secretaria y juntas emprenden un viaje de negocios por Europa que tendrá un enigmático final. (Las secuencias en el Mar Egeo son inolvidables para mí por cierta relación tangencial con la Grecia contemporánea).

Tokio blues. Norwegian Wood.
Toru Watanabe, un ejecutivo de 37 años, escucha casualmente mientras aterriza en un aeropuerto europeo una vieja canción de los Beatles, y la música le hace retroceder a su juventud, al turbulento Tokio de finales de los sesenta. Toru recuerda, con una mezcla de melancolía y desasosiego, a la inestable y misteriosa Naoko, la novia de su mejor –y único– amigo de la adolescencia, Kizuki. El suicidio de éste les distancia durante un año hasta que se reencuentran en la universidad. Inician allí una relación íntima; sin embargo, la frágil salud mental de Naoko se resiente y la internan en un centro de reposo. Al poco, Toru se enamora de Midori, una joven activa y resuelta. Indeciso, sumido en dudas y temores, experimenta el deslumbramiento y el desengaño allá donde todo parece cobrar sentido: el sexo, el amor y la muerte. La situación, para él, para los tres, se ha vuelto insostenible; ninguno parece capaz de alcanzar el delicado equilibrio entre las esperanzas juveniles y la necesidad de encontrar un lugar en el mundo.


Al sur de la frontera, al oeste del Sol

Hajime, el narrador, nació «la primera semana del primer mes del primer año de la segunda mitad del siglo XX», una fecha singular, como su nombre: «Principio» en japonés. Sin embargo, le marcó mucho más el hecho de ser hijo único, porque en las demás familias, si no eran dos hermanos, eran tres; si no eran tres, eran dos. De ahí que su mejor amiga de la infancia fuera otra hija única, Shimamoto, con la que compartió secretos y aficiones hasta que, tras la escuela primaria, perdieron el contacto. Muchos años después, Hajime, que vive una existencia relativamente feliz –se ha casado, es padre de dos niñas y dueño de un club de jazz–, se reencuentra con Shimamoto. La atracción renace. Y Hajime, obsesionado, parece dispuesto a dejarlo todo por ella...Con inquietante sutileza, Murakami destila en esta trama clásica –un amor perdido y recobrado, la consumación de una promesa de plenitud– la indefinible sensación de desajuste con el mundo que acucia al hombre contemporáneo.


Kafka en la orilla
Kafka Tamura se va de casa el día en que cumple quince años. La razón, si es que la hay, son las malas relaciones con su padre, un escultor famoso convencido de que su hijo habrá de repetir el aciago sino del Edipo de la tragedia clásica, y la sensación de vacío producida por la ausencia de su madre y su hermana, a quienes apenas recuerda porque también se marcharon de casa cuando era muy pequeño. El azar, o el destino, le llevarán al sur del país, a Takamatsu, donde encontrará refugio en una peculiar biblioteca y conocerá a una misteriosa mujer mayor, tan mayor que podría ser su madre, llamada Saeki.
Si sobre la vida de Kafka se cierne la tragedia –en el sentido clásico–, sobre la de Satoru Nakata ya se ha abatido –en el sentido real–: de niño, durante la segunda guerra mundial, sufrió un extraño accidente que lo marcaría de por vida. En una excursión escolar por el bosque, él y sus compañeros cayeron en coma; pero sólo Nakata salió con secuelas, sumido en una especie de olvido de sí, con dificultades para expresarse y comunicarse... salvo con los gatos. A los sesenta años, pobre y solitario, abandona Tokio tras un oscuro incidente y emprende un viaje que le llevará a la biblioteca de Takamatsu. Vidas y destinos se van entretejiendo en un curso inexorable que no atiende a razones ni voluntades. Pero a veces hasta los oráculos se equivocan.

Estaba en deuda conmigo mismo por no haber actualizado este blog. Con este post cubro en alguna medida ese pasivo, resumiendo finalmente que en estos dos años disfruté enormemente la lectura de estos relatos de Murakami.
 
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Notas sobre literatura, cine, música y otros tópicos que me interesan. No son la Neta sino meros apuntes sobre cuestiones que me parecen destacables.

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